Nuestra asociación forma parte de esta plataforma para exigir que no se ponga en marcha el proyecto de reapertura de la Cantera d’Establiments que se cerró por orden judicial después de que una explosión lanzara piedras a casas cercanas. El proyecto actual se viste de rehabilitación, pero esconde un negocio a largo plazo que, entre otras cosas, puede llegar a contaminar peligrosamente uno de los acuíferos de Emaya que aportan agua a la ciudad. Adjuntamos el texto de un artículo publicado en Última Hora y que resume el problema:
¿NOS TOMAN POR TONTOS?
Recientemente al movimiento vecinal se le ha abierto otro frente, el de la reapertura de la Cantera de Establiments. Nos lo presentan como un plan de regeneración del espacio por iniciativa de una empresa privada. ¿Esperan que nos lo creamos sin más, que no nos preguntemos cuál es el negocio, que no investiguemos lo que no dicen? ¿Nos toman por tontos?
No hay ningún plan de regeneración de la cantera, lo que hay es un plan de negocio con un impacto ambiental insoportable para esta Isla, como la destrucción de 5.000 m2 de ANEI, voladuras para extraer 170.000 m3 de material, destrucción de las zonas que han empezado a regenerase de forma natural, con flora y fauna, extracción de unas 700.000 toneladas de material para la venta, camiones de gran tonelaje circulando por una carretera estrecha y usada para el acceso a barrios, colegios y polígonos, con los riesgos de accidentes y atascos, así como la acumulación de hasta 4 millones de toneladas de residuos para relleno del terreno, con el riesgo de que esos vertidos se filtren y contaminen acuíferos de la zona que se utilizan para el consumo humano, entre otros impactos.
Las instituciones tienen la obligación de tener en cuenta y poner sobre la mesa todos los elementos que inciden en el medio, de ver más allá del interés inmediato de tener un lugar para verter residuos. La cantera se cerró por la acción vecinal y la sentencia judicial que les dio la razón y los vecinos no estamos dispuestos a aceptar que se reabra a base subterfugios.
Maribel Alcázar
